¿Y si tu forma de conversar fuera lo que realmente entrena tu mente?

Cuando una buena conversación te hace pensar distinto.

Lo que voy a decir es disruptivo, hasta un poco molesto…


Mira… siempre me han gustado las conversaciones con personas capaces. De esas en las que no estás compitiendo por tener la razón, sino tratando de entender mejor lo que estás diciendo. Donde no hay que rebajar el argumento para no incomodar, sino todo lo contrario: donde se espera que pienses con claridad, con profundidad, con coherencia. Y si no lo tienes, se nota enseguida.

A veces, sí, he terminado sintiendo que dejé sin palabras a alguien. Que fui tan claro, tan estructurado, que metí tantos argumentos seguidos que el otro simplemente no pudo seguir. Y también me ha pasado lo contrario: entrar confiado a una conversación y salir en silencio, porque me enfrentaron con algo que yo no estaba viendo.

Y no te voy a mentir… estar del lado de quien tiene la argumentación más sólida se siente bien. Es satisfactorio. Pero muchas veces, cuando eso pasaba y veía que el otro se quedaba sin saber qué responder, me quedaba con una sensación rara. Como si, en el fondo, hubiera fallado.

Hasta que un día, conversando con mi persona favorita, me dijo algo que me cambió la mirada:

“La calidad de las conversaciones solo mejora cuando justamente ocurren esos momentos en los que se acaban los argumentos. Eso no es una falla. Eso es entrenamiento puro. No solo para ti. También para el otro.”

Y ahí entendí algo que ahora veo clarísimo: Esos momentos no entrenan solo el pensamiento: entrenan el ego. Y cuando el ego aprende a quedarse callado… el aprendizaje entra de verdad.

Ganar un argumento no siempre es ganar la conversación

Porque mira, una cosa es tener razón, pero otra muy distinta es saber qué hacer con ella y no sé si te ha pasado, pero uno a veces va hilando los puntos tan bien, tan firmes, que ve cómo el otro ya no tiene cómo sostener lo suyo, entonces en ese momento, uno decide: ¿lo cierro aquí? ¿lo dejo sin salida? ¿o encuentro una forma de dejarle espacio para pensar?, porque si lo cierro solo por cerrar, sí, gané. ¿Pero qué se construyó ahí?

Yo he ido aprendiendo a ver cuándo ese silencio del otro es porque necesita tiempo para procesar y ahí intento no imponer. Intento, al menos, reconocer algo valioso que haya dicho, para que no sienta que toda su postura fue inútil, porque incluso una frase, una imagen, un ángulo… pueden ser semillas importantes, si se saben nombrar.

Y cuando te toca a ti quedarte callado, también es valioso

Te soy sincero: no hay nada más incómodo que darte cuenta de que tus argumentos no estaban tan claros como pensabas, que alguien te diga: “¿tú no habías visto esto?” y no sepas por dónde responder. Pero ahí hay una oportunidad tremenda: no solo de pensar distinto, sino de reconocer que lo que creías sólido, de pronto estaba apoyado en ideas vagas o heredadas. Y eso, aunque duele un poco, es oro puro, es como una alarma interna que te dice: “aquí puedes crecer”.

Y si logras quedarte en esa incomodidad sin necesidad de defenderte ni justificarte… ahí es donde estás expandiendo tu capacidad real de liderazgo, no el de dar órdenes: el de pensar con profundidad.

La clave está en cómo entras a la conversación

Cuando entras queriendo demostrar, todo se tensa, pero si entras con la mentalidad de aprender algo, incluso si tú sabes más del tema, ya la conversación cambia de tono, y eso no significa ser tibio, significa que estás más interesado en entender que en marcar territorio. Ahora… hay algo que a veces se pasa por alto y es que cuando el otro no está a tu nivel, también se entrena algo distinto: la empatía. Y no, decir que alguien no está a tu nivel no es sentir superioridad desde el ego, es reconocer que puedes tener mayor dominio de un tema en particular, no significa que seas un sabio.

No todos están listos para el mismo tipo de diálogo… y eso también es parte del proceso

A veces uno habla con alguien que no tiene los argumentos bien construidos, o que se pierde entre ideas, o que mezcla emociones sin saber muy bien qué está defendiendo y ahí, la pregunta no es “¿vale la pena seguir?” sino “¿puedo ayudarle a pensar mejor sin hacerlo sentir menos?”.

Te juro que muchas veces me he encontrado en ese lugar y en vez de quedarme callado para no incomodar, intento tenderle un puente con preguntas como: “Ese punto que sacaste es interesante. ¿Qué pasaría si lo conectamos con esto otro?”, o “Eso que dijiste me dejó pensando, aunque no esté del todo de acuerdo. Me parece que ahí hay algo que vale la pena explorar” o incluso, entregar un punto desde el cual la otra persona se pueda agarrar, entenderse mejor, hilar nuevamente sus argumentos y continuar con sus ideas.

Porque ahí el mensaje no es “yo sé más”, el mensaje es: “me interesa lo que estás intentando decir”, “me gusta conversar contigo”. Y con eso, el otro se queda, no se cierra y mientras aprende, tú lo haces también.

¿Quieres entrenarte de verdad? Prueba esto esta semana:

1. Desmonta tu propia idea

Toma una idea que defiendes con fuerza y trata de atacarla tu mismo desde tres ángulos distintos, ¿Puedes sostenerla con firmeza… o solo la repites porque ya la habías adoptado?

2. Ten una conversación con alguien que piensa distinto

Pero en serio, no con la intención de convencer, sino de entender cómo llegó a esa forma de ver las cosas, después, escribe una sola frase que no habías considerado antes de hablar con esa persona.

3. Sostén a alguien que no tiene cómo seguir

La próxima vez que alguien se quede corto en un argumento, no cierres la puerta, rescata una frase, una idea, algo que sí esté bien planteado… y úsalo como base para seguir conversando, ayúdale a pensar, no le obligues a retirarse.

Yo sigo entrenando también

Todo esto te lo cuento no porque lo tenga dominado, sino porque lo sigo viviendo, porque todavía a veces hablo de más o me frustro cuando alguien no responde como esperaba, porque me sigo cuestionando cuando gano una conversación y siento que eso no me dejó nada… o cuando la pierdo, pero salgo con ideas mucho más ricas que las que traje.

Así que esto no es un manual, es una práctica, una forma de estar en el mundo con menos necesidad de tener razón… y más disposición a pensar mejor.

Y si te animas, has esto:

Ten una conversación esta semana donde te expongas un poco más, no desde el ego, sino desde la curiosidad y al final, hazte esta pregunta: ¿Qué parte de mí pensó distinto después de esto?


¿Te gustó lo que encontraste aquí?

Si este contenido te fue útil o te inspiró, considera apoyar esta iniciativa.
Aquí sigo, creando recursos que aporten claridad, estructura y propósito en tu camino.


🤓 Nuevos contenidos que podrían interesarte…


💎 ¿Quieres ver contenido potente y bien estructurado?


🙂 Explora otras categorías…

0 0 votos
Article Rating
Suscribirse
Notificarme sobre
guest
0 Comments
Más antiguos
Más recientes Más votados
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Scroll to Top